14 mar 2005

Textos de Isabel Coixet

Isabel Coixet, a través de su alter ego Miss Wasabi, escribe cinco textos exclusivos y deja una breve lista de recomendaciones bien dispares.

He tenido muchos encuentros absurdos con gente importante: he empujado sin querer a un hombre en un hotel de Londres, que cuando se volvió hacia mí resultó ser Mickey Rourke completamente borracho, le he robado un taxi una tarde de lluvia a un hombre alto de pelo blanquísimo que era Jim Jarmusch, me he sentado en la silla todavía caliente de la que Catherine Deneuve se acababa de levantar en el bar del Lutetia en París, he discutido violentamente en una fiesta sobre la guerra civil española con el escritor mexicano Carlos Fuentes ( antes de darme cuenta de que era él), he cruzado sin darme cuenta delante del objetivo de Richard Avedon en una sesión fotográfica en Central Park ( Avedon, no le culpo, se puso hecho una fiera)…. Pero la joya de todos estos encuentros breves y absurdos sucedió en Roma, hará unos quince años. Yo salía de un hotel del centro de la ciudad. Llovía. Se me había roto el asa de la maleta ( me pasa siempre, el equipaje y yo no nos llevamos bien) y la arrastraba como buenamente podía . Ni un taxi a la vista. Esa sensación de vulnerabilidad que da estar empapándote, arrastrando un peso muerto en una ciudad que no es la tuya y saber que vas a llegar tarde al aeropuerto. Apareció un taxi por fin. Como diluviaba, el conductor me hizo señas de que cargara yo misma la maleta en la parte de atrás del coche. Abrí el capó. Intenté infructuosamente cargar la maleta. No pude. Empecé a sentirme profundamente desgraciada. De repente un hombre con gabardina apareció a mi lado y no sin esfuerzo, cargó la maleta. Le dí las gracias. Su rostro me era familiar, de una manera difusa.Me dijo sonriendo que no había de qué, pero que procurara viajar mas ligera. Su voz nasal tambien me era tremendamente familiar Le volví a dar las gracias. Se fue. Yo sabía que conocía esa cara. Subí al taxi. Pasé a su lado y le dije adios. Y me dí cuenta de que Marcello Mastroianni acababa de ayudarme a subir una maleta a un taxi en Roma. Desde entonces, viajo con mochila.

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